Primeros movimientos de Río 2016… y primera polémica
El desarrollo del campo de golf que acogerá las pruebas de Río 2016, cuyo concurso ganó Hanse Golf Course Design al destacar en su proyecto el respeto hacia la actual formación natural de las dunas y el mantenimiento de los contornos del terreno, ha arrancado con cierta polémica. Una vez agotados los plazos para presentar cambios sobre los proyectos olímpicos ha quedado fijado el emplazamiento del recorrido, muy próximo a la Zona de Protección Ambiental (APA) de la playa de Marapendi.
Como ya apuntaban hace unos diversos medios, la propuesta del proyecto incluiría la liberación de 58.000 m2 de una zona de alto valor ambiental que actualmente cuenta con un alto nivel de protección (Área de Conservación de Vida Silvestre –ZCVS– orientada a la protección de fauna y flora de la región) que incluye la prohibición de ejecutar obras. Según expuso el alcalde de Río de Janeiro, Eduardo Paes, “la zona perderá una pequeña parte de su área, pero en compensación el proyecto de ley va a garantizar la preservación de un espacio mucho más grande. Se contempla la protección permanente de la playa de la reserva, que será incorporado al Parque de Marapendi”.
Diversos grupos ecologistas y de oposición política han expresado ya su rechazo a esta actuación al considerar tanto que se carece de los pertinentes estudios de impacto ambiental como que se está planeando una modificación puntual de la normativa ambiental respondiendo a intereses privados. Igualmente recelan de la calificación de “no apto para ser sede olímpica” de los cercanos campos Itanhangá Golf Club y Gávea Golf Club, así como de la promesa de aumento de nivel protección de otras zonas cercanas al Parque de Marapendi para compensar la intervención en estas seis hectáreas de alto valor natural.
Una vez más, como en tanto y tantos proyectos de golf, se plantean dos teóricas opciones, ambas extremistas: intervenir agresivamente en una zona protegida o mantenerla intacta. Particularmente no abogo por ninguna de las dos sino por una tercera vía, la intervención controlada, gestionada, limitada y auditada.
En este caso concreto se plantea la polémica de intervenir en una extensión de algo menos de seis campos de fútbol de terreno de alto valor ambiental (perteneciente a un área infinitamente mayor en las mismas condiciones) a cambio de permitir el desarrollo de una instalación deportiva de primer orden mundial y con la compensación del aumento de protección ambiental de las zonas colindantes.
¿Es un mal negocio? Dejando a un lado los intereses privados, particulares, inmobiliarios, etc., y centrándonos únicamente en el aspecto ambiental, creo que no lo es. La historia reciente está trufada de ejemplos de proyectos compensatorios que desarrollan algún tipo de actividad que permita equilibrar pérdidas y ganancias ambientales, especialmente en aquellos en que por diversos motivos la intervención ya está geográficamente definida.
Lamentablemente, y por enésima vez, se juntan dos factores para tratar de agitar un proyecto de golf: la oposición política y los grupos ecologistas. Ambos elementos, sempiternos compañeros de viaje de todo lo que signifique algo más que unas flores en el monte, ya han dado su punto de vista… que seguramente quedará silenciado en cuanto les prometan “lo suyo”. Nada nuevo bajo el Sol, ni a ambas orillas del Atlántico.
Árticulo reproducido por cortesia de Alejandro Rodríguez Nagy, Consultor Golf Sostenible, Twitter: @AleRguezNay